El caso de Marina Ovsyannikova, quien irrumpió en un noticiero en vivo para protestar contra la invasión a Ucrania, sacó a la luz una realidad que se está dando desde que comenzó la incursión militar: cada vez son más los comunicadores oficialistas que dimiten.
Red de corresponsales
En los últimos años los medios estatales rusos han cobrado una gran preponderancia e influencia gracias a su dependencia del Kremlin y a la casi nula competencia por la fuerte censura aplicada contra medios opositores e independientes. Sin embargo, esa comunión está comenzando a resquebrajarse, de a poco, desde que Vladimir Putin inició la invasión a Ucrania.
El caso de Marina Ovsyannikova, la periodista que irrumpió en el noticiero central ruso para protestar contra la invasión, sacó a la luz algo que se venía produciendo de forma casi silenciosa: una ola de renuncias de periodistas en los principales medios estatales rusos.
Algunos por su oposición a la incursión armada en suelo ucraniano, y otros por temor a ser incluidos en las contundentes sanciones aplicadas por Occidente. Esto último, ya lo sufrieron algunos de los más reconocidos presentadores de la televisión rusa, como Vladimir Solovyov, quien presenta un programa de entrevistas en el canal más importante, Rossiya-1. Margarita Simonyan, que ha acusado a cualquiera que se avergüence de ser ruso en este momento de no serlo realmente, también fue alcanzada por las sanciones.
De acuerdo a lo consignado por la cadena británica, horas después de la protesta de Ovsyannikova, que dio la vuelta al mundo, salieron a la luz tres renuncias.
Zhanna Agalakova, periodista de Channel One, dejó su puesto de corresponsal en Europa, mientras que otros dos reporteros se fueron de la cadena rival NTV: Lilia Gildeyeva trabajaba para el canal como presentadora desde 2006 y Vadim Glusker llevaba casi 30 años en NTV.
También trascendió que se habría producido una renuncia en masa en el grupo de televisión estatal VGTRK. Lo propio habría ocurrido en la redacción de Vesti, según lo informado por el periodista Roman Super. Sin embargo, el famoso presentador Sergey Brilev desmintió las informaciones sobre su dimisión.
Una de las renuncias que más ruido provocó fue la de Maria Baronova, periodista de la estatal RT. Otros periodistas dejaron en los últimos días ese medio, uno de los de mayor alcance a nivel internacional.
Shadia Edwards-Dashti, ex corresponsal en Londres, anunció su dimisión el pasado 24 de febrero, día en que Rusia inició la invasión a Ucrania. El mismo día renunció Jonny Tickle, quien se desempeñaba en Moscú, justificando su decisión a “los recientes acontecimientos”.
El presentador francés de RT, Frédéric Taddeï, reconoció que dejaba su programa porque Francia estaba “en conflicto abierto” con Rusia y no podía seguir el ciclo “por lealtad a mi país”.
Días más tarde, la Unión Europea (UE) anunció la prohibición de todos los medios de comunicación de RT, así como de Sputnik, también alineado al Kremlin, por su “campaña de desinformación, manipulación de la información y distorsión de los hechos”.
Reuters reportó que la agencia estatal de noticias rusa Ruptly, con sede en Alemania, también sufrió una oleada de dimisiones.
A la larga lista se suma Ivan Urgant, uno de los principales presentadores de Rusia, quien dejó su programa “Evening Urgant” en el segundo canal local, Channel One, el mismo que Ovsyannikova repudió ante el mundo la guerra en Ucrania.
El lunes, cuando la presentadora de noticias Yekaterina Andreyeva estaba presentando una nota sobre las relaciones con Bielorrusia, Ovsyannikova, que vestía un traje formal oscuro, apareció de repente, sosteniendo un cartel escrito a mano que decía “No a la guerra” en inglés.
Abajo, el cartel decía en ruso: “Detengan la guerra. No crean en la propaganda. Aquí les están mintiendo”. Estaba firmado en inglés: “Rusos contra la guerra”.
Tras semejante acto contra el régimen de Putin, fue detenida y luego liberada, aunque se teme que pueda sufrir fuertes represalias en el futuro pese a estar en libertad.
Si bien la censura contra los medios opositores forma parte de la estructura del régimen desde hace años, el avance contra las voces críticas se recrudeció desde que comenzó la invasión a Ucrania. La semana pasada la cadena de televisión Dojd y la emisora radiofónica Eco de Moscú anunciaron la suspensión de sus tareas, tras haber sido bloqueadas por el regulador de medios de comunicación (Roskomnadzor).
Ambas cadenas están incluida en la lista del Ministerio de Justicia de Rusia de medios con participación de agentes extranjeros, por lo que fueron sancionadas por el Kremlin por considerar que habían difundido “desinformación” y contenido “extremista” en la cobertura de la guerra.
Los medios de comunicación rusos tienen prohibido utilizar información diferente a la brindada por las autoridades, que presentan a la invasión a Ucrania como una simple “operación especial”.
El Kremlin reforzó su arsenal represivo mediante un proyecto de ley, que prevé hasta 15 años de prisión por cualquier publicación de “fake news” sobre el ejército ruso. El organismo de control de las comunicaciones de Rusia ordenó a los medios que supriman de sus contenidos cualquier referencia a civiles muertos en el conflicto en Ucrania y vetó los términos “invasión”, “ofensiva” o “declaración de guerra”.
Según el regulador, estos medios son culpables de difundir informaciones falsas de que “las fuerzas armadas rusas están disparando contra las ciudades ucranianas”. Además les reprochan contenidos en los que califican la operación de las tropas rusas como “ofensiva, invasión o declaración de guerra”.