Potomanía: cuáles son los riesgos de beber compulsivamente mucha agua

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Potomanía: cuáles son los riesgos de beber compulsivamente mucha agua

Por los beneficios para el organismo y la salud, algunas personas se exceden en su hidratación y llegan a ingerir entre 8 y 15 litros de agua al día. De qué se trata este comportamiento

Redacción

Archi conocido es el consejo de que beber dos litros -o más- de agua por día trae infinitos beneficios para la salud. Sin embargo, están quienes, creyendo que van a potenciar las bondades del buen hábito, multiplican por diez o más el volumen de líquido ingerido, lo cual, deja de ser saludable para pasar a ser todo lo contrario.

Lo cierto es que al hábito de beber mucha agua se le asocian propiedades milagrosas, entre las que pueden enumerarse una mejor circulación sanguínea, mejoras a nivel de la piel, y una mejor salud en general, entre otras tantas. Pero la obsesión por beber agua puede desencadenar una conducta patológica. Se conoce por potomanía al desorden alimenticio que consiste en beber compulsivamente muchos litros de agua, y que algunos especialistas consideran una adicción.

El término deriva del griego potos que significa bebida y del latín manía que corresponde a demencia y significa por lo tanto “beber compulsivamente muchos litros de agua”. La potomanía no es la causa del consumo desmedido de agua, sino su consecuencia, y lo cierto es que provoca graves riesgos en la salud.

Quienes sufren potomanía pueden llegar a ingerir entre ocho y 15 litros al día, muy por encima de los “dos litros o más” recomendados y obtienen una sensación placentera al hacerlo, por lo que puede clasificarse como una adicción. En algunos casos, se puede llegar a una hiperhidratación, que sucede cuando la ingesta de agua supera la capacidad de los riñones para excretarla, lo que conduce a la dilución del nivel de sodio en la sangre. Con el tiempo, aparecen síntomas que pueden ser leves como el dolor de cabeza y las náuseas, o más graves (aunque poco frecuentes) como convulsiones e incluso la muerte.

Lo primero en lo que coinciden los científicos es que los niveles de hidratación cambian de un día a otro, incluso dentro de un mismo día para cada persona. Por lo que si bien allá por 1945 se estableció la famosa regla de los dos litros al día (en realidad eran 2,5, según la Junta de Alimentos y Nutrición del Consejo Nacional de Investigación estadounidense, aunque las autoridades europeas la fijaron en 2 para las mujeres y 2,5 para los hombres) lo cierto es que no existe una respuesta unánime porque la cantidad depende de múltiples factores: desde la edad al sexo, la alimentación, la temperatura, la dieta o el nivel de actividad física.

Existen diferentes índices de hidratación, pero habitualmente se recomienda tener en cuenta tres señales para detectar la deshidratación: la sed (por lo general aparece cuando la persona ya está un 1% deshidratada), los cambios de peso (una pérdida rápida puede ser un indicador) y el color de la orina (si es oscura el cuerpo está reteniendo agua y eso significa que necesita más líquido; por el contrario si es siempre demasiado clara, se está ingiriendo más agua de la necesaria).

¿Cómo es posible darse cuenta entonces si alguien bebió demasiada agua? Según el médico internista alemán Kevin Schulte, “los riñones sanos pueden regular bien el equilibrio de agua y sodio durante mucho tiempo. El primer síntoma de una sobrehidratación es que se excreta mucha orina. A partir de qué cantidad de líquido sucede esto, eso depende de cada persona. Si se sigue bebiendo sin moderación se pueden producir mareos, malestar y náuseas”.

– ¿Qué puede hacer alguien si teme haberse sobrehidratado?

– Schulte: Si los riñones están sanos, la naturaleza regula todo sola. Por eso, lo mejor es esperar. ¡Pero no seguir bebiendo! Si hay enfermedades renales o cardíacas de por medio, lo mejor es consultar con un médico.

Según algunos expertos, quienes beben demasiado durante mucho tiempo corren, además, mayor riesgo de sufrir presión alta. Sin embargo, se trata de una tesis que no está probada. Por lo general se exagera un poco con esto. El cuerpo regula el equilibrio de líquidos bastante bien por sí mismo.

Para los especialistas, en el trasfondo psicológico de la adicción al agua hay algo más: puede que la sed no parezca algo relacionado con la ansiedad, pero es algo a lo que muchas personas que padecen ansiedad se enfrentan regularmente. A menudo aparece la sensación de necesidad de beber uno o dos vasos de agua durante y después de los ataques de ansiedad, y algunas personas que la padecen sienten que necesitan beber más agua todos los días.

En un artículo reciente, The New York Times publicó que “la gente se está hidratando como si su reputación dependiera de ello”. “Llevamos con obediencia botellas de agua a la oficina, en el bolso, dondequiera que vayamos, vaciándolas y llenándolas una y otra vez. En redes sociales se lo recomienda para cualquier cosa: cuidar la autoestima, rendir más, dormir mejor”.

Hay hasta quienes tienen una app que le lanza recordatorios para “hidratarse” como si fueran una planta. Esto es así, dicen los especialistas, porque la ansiedad puede aumentar la sudoración, la sequedad en la boca (algo que se identifica fácilmente con la sed), micción excesiva y lo que se llama deshidratación percibida o hipocondría: en una situación de ansiedad pensar en la sed solo disparará la sed.

Según explicó el médico español José Ramón Gutiérrez, la potomanía “es una adicción que se asemeja a las derivadas de desórdenes alimenticios como la bulimia”. “Son adictos que ni se imaginan las consecuencias. Piensan que, por ser natural, el agua no hace daño. Pero es un error. Una ingesta excesiva y prolongada puede tener consecuencias nefastas”, alertó el experto.

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