Atrapado entre dos mundos / Por María Luisa Prado

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Hace un tiempo, emprendí un negocio que auguraba grandes éxitos. El ramo farmacéutico siempre es bien socorrido y pensé que me iría muy bien. Saqué todos mis ahorros y los invertí en mi farmacia nueva.

Llena de entusiasmo tramité todos los permisos correspondientes y me dispuse a disfrutar de mi emprendimiento.

Para mi fortuna, conseguí un local que había sido ocupado para el mismo ramo unos meses antes. Pensé que volvería a recuperar los clientes de ese antiguo establecimiento.

Todo parecía sensacional. Contraté a un par de chicas para que atendieran el negocio. El optimismo era mucho. Todos estábamos contentos.

Recibí asesoría para saber donde comprar medicamento y perfumería a buenos precios. Me afilié a muchas empresas que venden medicinas controladas y surtí de acuerdo a los consejos de los expertos.

La inauguración fue muy padre. Llevé un sonido y alegramos un rato el negocio. Hubo regalos y muchas sorpresas. El destino me decía que mi farmacia tendría un gran éxito. Ese día vendimos muy bien.

Después de aquel día, las cosas empezaron a ponerse tensas. La gente no entraba al lugar. Nadie ponía un pie en el local a pesar de estar muy atractivo. Tenía ofertas y muy buenos precios, pero eso no fue suficiente para que vendiéramos más.

Pensé que era solo una mala racha. Yo sabía que a un negocio se le ve futuro a partir del tercer mes de estar en funcionamiento. Cuando es así, el panorama se aclara y las cosas salen a pedir de boca. Al contrario, si en ese tiempo no se ve progreso es posible que el negocio fracase.

Una mañana cualquiera una de las chicas dependientes me habló muy asustada diciéndome que le habían aventado las medicinas al suelo sin que nadie estuviera cerca.

Obvio que le dije que era el viento y que no se sugestionara y siguió trabajando, aunque si lo hizo con mucho miedo. Cuando fui a cerrar, me di cuenta que no había ninguna posibilidad de que se colara siquiera una leve bruma de viento.

No le di mucha importancia y no les dije nada. Las ventas por supuesto seguían a la baja. Me puse creativa e hice grandes carteles, pero nada mejoró.

Otro día, la otra chica me dijo que había una sombra que siempre estaba atrás de ella, pero que cuando volteaba se desaparecía. Esta vez si me llamó mucho la atención, pero decidí pensar que era una sugestión que su compañera le había contagiado.

Debo admitir que en el local se sentía frío, pero siempre pensé que era por la zona. Lo curioso es que la gente cada día menos acudía a comprarnos algo, eh insisto el negocio estaba muy bien surtido y muy bien ubicado.

Era desesperante juntar el dinero para pagar sueldos y rentas. Mis ahorros se habían acabado y solo dependía de lo que nos diera la farmacia.

Pasaron los tres meses y las cosas seguían iguales. Mis dependientes renunciaron y la gente nueva que contraté me decía que les sucedían cosas extrañas. Pese a ser el plazo establecido para decidir el futuro de mi negocio, quise arriesgarme otros meses más para que funcionara.

Un día llevé a mi sobrina a que me acompañará y me dijo muy sorprendida, “Tía quién es el señor que está ahí en el baño”. Yo nunca lo vi, pero la niña me juró que había visto a aquel hombre extraño. Cerramos y no dije nada. “Es tu imaginación”, le dije.

Cierta noche, de cierto día, justo después de haber cerrado, ya estaba sola y sentí claramente como alguien me jalaba el cabello. Mi piel se puso como carne de gallina.

Sentí un frío terrible e inusual. Fue la última noche en que me quedaba sola en el local. No era casualidad lo que me habían contado. Había alguien extraño en ese sitio.

No tardé mucho tiempo y decidí cerrar mi negocio. Las ventas nunca fueron buenas y las cosas que ocurrían en verdad daban un miedo terrible.

Después de entregar la accesoria y rematar toda la mercancía, me puse a averiguar sobre ese lugar.

Un vecino, me contó que hacía algún tiempo ahí se desarrollaba una fiesta y hubo una balacera y en ese zafarrancho había muerto un joven.

Me dijo que por las noches se veía la figura del sujeto entrar y salir de ese local para después desaparecer, y que los negocios que ahí se establecen duran muy poco. Dice que reclama su lugar y no quiere que nadie lo ocupe, y vaya que con nosotros lo hizo siempre.

Después de nosotros abrieron un nuevo negocio y también duró muy poco tiempo. ¿Coincidencia?, no lo creo. Me queda claro. Alguien no está en paz y quiere seguir manifestando su fuerza desde otra dimensión.

Desde aquellos días y cada que paso por el lugar, rezó y pido por el alma del hombre que está atrapado entre dos mundos.